jueves, 3 de enero de 2013
Hoy, hoy me hablaron de ti....
Me calcé el par en par de mis ojos y con una tacita de té en mis manos aquella noche mordida de lluvia de invierno di permiso a mis sentidos para que se mostraran tal y como son ante la noctámbula pantalla del ordenador.
Modulando mis suspiros y mientras que llegabas para dar luz al balcón de mi madrugada mi mente vagaba silenciosa y nostálgica por mil y una cosas que me rondaban a esas altas horas de la noche, mis sentimientos desmenuzados en los blancos poemas que me mordían por dentro buscando su salida, mi absurda costumbre de arañarme por dentro y humillar cada parte de mi solo por recibir una pizca de cariño, y acaricié levemente ese sombrero de emociones que nunca me quito y que lleva mucho, tanto de ti..
Absorta en mis pensamientos busqué en la almohada un hueco cómodo para apoyar mi cabeza que por supuesto llevaba encima ese eterno sombrero, y preparé a cada parte de mí para sentir que la poesía en la verdad de las personas no había muerto, y ahí, David, saliste tú para demostrarlo.
Cada palabra escondida en las dobleces de tus labios sonaba a esperanza, tu mirada reflejaba esa esperanza que tantas personas en muchos momentos sentimos tan perdida, casi colgada de una alambre,dolorida, y cada uno de tus murmullos me recordaba la textura real de la que estaban hechos mi latidos.
En los manuscritos azules de tus letras se me antojó inventar el principio de mi andadura por el Universo complejo del vivir entre palabras, y aunque yo seguí y seguí caminando a través de los años jamás me solté de tu mano, de la mano de quien edificó en mi ser el amor eterno e incontrolable hacía la poesía y la amputación de la mentira y la vulgar superficialidad que domina este mundo.
Escuchándote desgranar esos barquitos de papel que me permitieron tenerte frente a frente allá por el 2004 se me encogió el corazón y quise proteger esa voz para siempre entre mis manos calladas, en los recodos de mi memoria siempre presta a sentirte y naufragar en tus lecciones de vida, me pareció fascinante que en el manantial de tu garganta jamás encontrara quimeras ni abanicos de desidias, solo lianas de grandeza y enredaderas de luz. Y supe que el tiempo había sido justo contigo porque en ese madrigal de sentimientos hallé más vida que nunca.
Aún palpitan en mi almohada las bohemias serpentinas de esos nuevos versos que quisiste regalar al frío desmayado de la madrugada, a las estrellas que envueltas en tu perfume de emoción brincaban entre la locura y el deseo de querer sentir un poquito más ese acariciar de las cuerdas de tu guitarra acompasada por los susurros de tu voz.
Clausuraste la noche y en el eje de las horas sin tiempo clausuraste también el aliento de los vacíos que respiraban en las alboradas de mi inconsciencia...
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